La revolución total no llegará; no habrá un futuro perfecto, no se extinguirá la violencia. No habrá paraíso en que las luchas se acaben, la perfección humana sea llevada a su satisfacción. Hegel era un miope pretencioso: más nos valdría olvidarnos de ese mito - que deja su huella en la teoría marxista de la sociedad sin clases - y aceptar la posición kantiana de los ideales reguladores: objetivos que no alcanzaremos, pero que podemos asumir como guía.
De ahí la importancia de un movimiento que separa adecuadamente lo que somos, lo que podríamos llegar a ser y lo que seremos. Habría que ser terriblemente lúcidos para ver lo que somos, incansablemente fuertes para plantear lo que queremos, sanamente modestos para asumir lo que seremos.
La contraparte sería más o menos así: lo mejor es enemigo de lo bueno. Pero para alcanzar algo bueno - digno de ser llamado bueno, decentemente bueno- deberíamos ser capaces de imaginar lo mejor.
La contraparte sería más o menos así: lo mejor es enemigo de lo bueno. Pero para alcanzar algo bueno - digno de ser llamado bueno, decentemente bueno- deberíamos ser capaces de imaginar lo mejor.
No nos falta tarea ni nos obran fuerzas. Tampoco deberían faltarnos ganas.
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