miércoles, 1 de abril de 2015

Para acabar con las primarias

Una de las peculiaridades del tiempo político que vivimos es que se producen fenómenos de movilización masiva y rápida que parecían imposibles en una sociedad desmovilizada - lo cual es ya en sí mismo una victoria - pero, al mismo tiempo, esos fenómenos se desarrollan con infinidad de contradicciones e inconsistencias que se deben precisamente a la velocidad con la que se están produciendo los acontecimientos y a la frágil base sobre la que se asientan. Más claramente: que, en un país en el que lo político se veía como algo perdido en favor de una minoría, hemos empezado a darnos cuenta de que esa clase monopoliza el poder sólo en la medida en la que las mayorías les dejamos hacer, sólo en tanto estamos desmovilizados. Pero al tratar de compensar esta situación nos encontramos con herramientas rudimentarias porque el nivel de inacción era de tal calibre que nos ha dejado políticamente atrofiados. 

Uno de los resultados más visibles de esta acelerada movilización es el establecimiento de las primarias como un mecanismo de elección hegemónico. En realidad, las primarias están limitadas por la visibilidad de las/os candidatas/os, por la intervención de los medios y por el posicionamiento de dirigentes que con objetivos más o menos explícitos intervienen en los procesos. Todas estas limitaciones no sólo están tan claras, sino que venían estándolo desde hace tiempo, y sólo se podía considerar que eran un avance cuando se comparaban con los mecanismos clientelares de promoción que están establecidos en los partidos mayoritarios. Así se han convertido las primarias en la forma indiscutible de los nuevos procesos y en marca diferencial respecto a aquellas fuerzas a las que se pretende desalojar del poder. En esto, seamos claros, han sido útiles, ya que han permitido una primera puesta en marcha de procesos de participación popular y una identificación de las mayorías con esos procesos.

En la mayor parte del territorio, hemos pasado por cinco procesos de primarias en menos de un año: candidatos de Podemos a las europeas, organización de Podemos a nivel estatal, autonómico y local, y candidaturas municipalistas; y aún nos queda alguno por resolver, como el proceso interno de Podemos en Andalucía y los que surjan en torno a las generales, pero parece que la fase más intensa ha pasado. Los resultados se pueden evaluar centrándonos en Madrid, por su centralidad y porque, en su enquistada vida política se condensan las potencialidades y las miserias de la vida política del Estado. En lo que se refiere a Podemos, estos meses de procesos internos que se cerraban con primarias nos han dejado, en primer lugar, un Consejo Municipal pobre y absolutamente centrado en la figura del secretario general, con una representación monocolor - la principal lista alternativa apenas tiene uno de los 24 consejeros (y por causas indeseables) pese a tener el respaldo de un 26% de los votos - y una proyección política infinitamente más corta de la que podría haberse construido en la capital del estado; y en segundo lugar, un consejo autonómico fracturado e informe con serias dudas sobre la capacidad de su secretario general para llevar a cabo la tarea de coordinación y liderazgo que tiene encomendada. En lo que se refiere a la candidatura municipalista, al margen de cuestiones importantes como la legitimidad de la lista que presentó el Consejo Ciudadano Municipal, los resultados vuelven a ser desconcertantes y frustrantes para las iniciativas alternativas: dominio mayoritario de la candidatura "oficial" y reparto de posiciones secundarias para las demás fuerzas.  

El resultado es que las limitaciones a las que hacíamos referencia han pasado facturas importantes en estos meses de frenética configuración interna de Podemos y de las diversas candidaturas municipalistas, y ahora mismo las cuestiones de legitimidad de las primarias están abiertas en muchos de los espacios de esa confusa militancia que parece conformar la nueva política. Y no son sólo los viejos partisanos los que señalan con el dedo las deficiencias; al contrario, en buena parte son "los recién llegados" - de aquellos que se han interesado muy recientemente a la política - los que más impotentes se sienten ante barreras como la popularidad, el acceso a los grandes medios o el apoyo de los aparatos políticos. Estos tres factores, además, se refuerzan mutuamente, y han acabado por constituirse como una barrera a cualquier alternativa interna que no tenga la bendición de quienes ocupan el poder en la organización, con el añadido de que este mecanismo introduce sistemáticamente un factor de competitividad que, en caso de sostenerse en el tiempo, produce un evidente riesgo de fractura, además de una nefasta dinámica de competición que en términos políticos acaba en sistemas del tipo "el primero se lo lleva todo" claramente antidemocráticos.

Como herramienta, las primarias han dado bastante de sí. Para bien y para mal, han sido la herramienta indiscutible para este periodo, y será difícil plantear otra cosa antes de las próximas generales. Pero va siendo hora de darla por amortizada y comenzar a construir procesos consensuales en los que lo colectivo se articule para construir de nuevo una relación de cooperación y creación de razón política colectiva. Sólo desde esas posturas se podrá poner en marcha una nueva política que de verdad lo sea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario