Hace ya medio año escribía Josep Maria Antentas un hermoso artículo
– también lúcido, sí, pero sobre todo hermoso e ilusionante – sobre las
posibilidades abiertas por el éxito de Podemos en las elecciones
europeas. Era el momento de la alegría y era una alegría justa; después
de décadas de bloqueo, de peleas en pequeños ámbitos que se estrellaban
contra una realidad política compacta y cerrada sobre sí misma; al fin
llegaba una victoria. En aquel momento ya había habido tiempo para que
Podemos sufriera una evolución interna desde su origen como herramienta
de ruptura – con sus guiños a los movimientos sociales y al 15M – hasta
la campaña, para luego llegar, ya constituidos como partido, a algunas
concesiones personalistas que habían producido las primeras discusiones
internas. El éxito electoral trajo, junto a la alegría, el inicio de una
nueva fase en esa carrera sin tiempos muertos que está siendo la
construcción de Podemos; la Asamblea Ciudadana tuvo lugar como un
acontecimiento masivo de aclamación y a esas alturas, el fenómeno
Podemos, que siempre había encontrado espacio en los medios a través de
sus caras más visibles, desbordó sus propias expectativas – aunque no en
el sentido de auto-organización popular – y pasó a tener una proyección
mediática de enorme calado. El liderazgo de las figuras más visibles
creció por encima del funcionamiento de la organización y la
organización optó por refrendar esta relación de fuerzas con una
estructura orgánica fuertemente jerarquizada.
El movimiento había mutado. Lo que vino después, lo que estamos viviendo, es el resultado de estos procesos, éxitos incluidos; de la herramienta de participación y empoderamiento a la “maquinaria de guerra electoral”.
Lo que nos queda, por su puesto, es el empuje, la voluntad de ruptura,
la pelea. Pero por el camino, la evolución nos ha ido alejando de la
plataforma de participación ciudadana, al vaciar los círculos de
capacidad de decisión y de vínculos estables con los movimientos
sociales, que ahora miran con ilusión la posibilidad de que gobierne una
nueva fuerza política pero están cada vez más convencidos de que
Podemos será, en el mejor de los casos, un interlocutor, pero no un
socio.
Y mientras tanto, todos esperando a Podemos. A que Podemos aparezca:
en las candidaturas municipales de unidad popular, en las controversias
políticas del día a día, en el gobierno. Allá, por 2015. Las elecciones
generales – que son, a todas luces, el principal objetivo – están a la
vuelta de la esquina, pero el año que tenemos por delante será, por su
intensidad, mucho más que la suma de doce meses. Primero, porque para
una organización recién creada los primeros pasos son fundacionales, y
pueden marcar el ritmo para muchos años; segundo, porque el momento
político es de cambio y habrá mucho que hacer en este periodo, y
tercero, porque las elecciones municipales, autonómicas y generales
marcarán puntos de inflexión. Podemos, al dotarse de una estructura
sólida y una comunicación de masas efectiva, está en condiciones de
montar la maquinaria de guerra electoral, para la cual, previsiblemente,
las elecciones generales serán el mejor escenario. Todo parece encajar:
el objetivo es el gobierno central, para llegar a esa
instancia se diseña una herramienta electoral orientada a las generales y
se reserva a las cabezas visibles; los hitos anteriores se potencian en
tanto que pueden servir de plataforma pero se descartan si ofrecen
dificultades que puedan desviarnos del objetivo principal. Los
movimientos sociales y las herramientas de participación quedan de lado,
pues nunca se han ganado unas elecciones estatales movilizando al
activismo, sino captando el voto de los miles de ciudadanos
políticamente frustrados. La estrategia está cerrándose para convertir
Podemos en un ariete compacto, eficiente y con un único objetivo.
“Hoy se juega el mañana”, decía Antentas en su artículo. Y el futuro
nos lo estamos jugando muy rápido, desde ahora mismo. Si Podemos tiene
opciones de gobernar, entonces la construcción de Podemos es una
parte significativa de la realidad de mañana, que se definirá por su
gobierno, pero también por su partido. Porque el aprendizaje de
estos meses de creación política en el partido será lo que se lleven al
gobierno. Y tenemos un peligro brutal, una amenaza de enormes
dimensiones, en la misma herramienta que estamos construyendo en
Podemos. Porque la fortaleza de la maquinaria de guerra no tiene doble
cara: es fuerte dentro y fuera, y lo que de cara a fuera puede ser
eficiente, de cara a dentro puede ser inflexible. Un ariete es compacto y
pesado no sólo en el impacto: lo es desde el mismo lanzamiento. ¿Cómo
corregiremos su dirección, si apenas somos capaces de levantarlo? El
ariete podrá golpear una y otra vez, pero siempre en el mismo sitio. La
fuerza se descargará con eficacia, pero siempre para dar el mismo golpe.
Para que la eficacia no nos bloquee, para que deje de gobernarnos la obsesión de ganar, necesitamos recuperar la flexibilidad con la que nació Podemos.
No es sólo una cuestión estratégica; como todas las estrategias bien
diseñadas, tiene un implicación política profunda: recuperar la
flexibilidad es volver a abrir la puerta a todo lo que venía del 15M, es
presentarse a los movimientos no sólo como un interlocutor, sino como
un compañero de viaje. Para ello es clave que, en estas semanas de
configuración organizativa y política de Podemos en los ámbitos
municipales y autonómicos, seamos capaces de potenciar y dar vida a los
espacios críticos, que siguen ahí, y que pueden dar espacio a lo que
viene de fuera de Podemos, pueden estrechar lazos en las luchas
cotidianas de la militancia y de la masa social que vota, sí, pero
también piensa y actúa y puede llegar a las luchas si somos capaces de
creernos nuestras propias palabras, de convertir Podemos, de verdad, en
una herramienta de participación ciudadana para la ruptura democrática.
La situación de Madrid puede ser un buen ejemplo de todo esto. Allí, el sector “oficialista” ha presentado una propuesta en la que Ganemos Madrid queda descartado; otros sectores de Podemos – entre ellos Madrid Sí Puede,
pero no sólo – se posicionan abiertamente por la confluencia con
Ganemos Madrid, que no deja de ser la iniciativa de los movimientos
sociales y que, además, ha mantenido una oferta de incorporación a
Podemos desde que iniciaron su andadura. Es una puerta no sólo a una
iniciativa, si no a una forma de hacer política y de construir ciudad.
Si cerramos esta última puerta, no sólo cerramos nuestra organización
en el plano interno, también se la cerramos a aquellos a quienes
deberíamos estar tendiendo la mano, también bloqueamos la opción de caminar con un pie en las instituciones y otro en la calle.
Si de verdad lo hacemos, estaremos abocados a una estrategia única,
posiblemente muy eficiente, pero también inasequible al diálogo,
solitaria y opaca. Y no habrá forma de abrir y ensanchar más brechas que
la de ganar, siempre ganar, como hicieron los “partidos de gobierno”.
Estaremos a un paso de convertirnos en lo que repudiábamos. Pero aun
está abierta esa puerta, aun podemos convertirnos en lo que sí queríamos
ser, en un movimiento abierto que acepta la crítica y la convierte en
eficiencia, en liderazgos colectivos que dan paso a luchas. Para seguir
abriendo brechas.
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