lunes, 14 de julio de 2014

La toma de la Bastilla

Un catorce de julio, hace ya unos añitos (225 años, nada menos) unas milicias ciudadanas tomaron la Bastilla. El régimen absolutista estaba en caída libre, y su decadencia, especialmente en Francia, no fue lúcida. Pero la Bastilla no dejaba de ser una fortaleza penitenciaria bien armada, y pese a que hay a quien le gusta repetir aquello de que apenas había siete presos en la prisión, era un símbolo que el Régimen no podría permitirse perder. Las milicias localizaron bien su objetivo, apuntaron una lucha de gran valor estratégia y la ganaron, desencadenando una revolución que estaba latente, pero necesitaba, como todas, un buen comienzo. 

Un 12 de abril de 1931 se produjeron en España unas elecciones municipales que abrieron la llave del cambio de régimen y se convirtieron en el primer paso de la Segunda República. También sobre este hecho hay opiniones que rebajan su importancia, asegurando que era una elección local que no tenía porqué tener consecuencias en el plano estatal - con la intención de deslegitimar el origen de la república. 

Lo que desprecian, como en caso de la Bastilla, es la capacidad de desarrollar una estrategia efectiva para poner en marcha una serie de actuaciones que se estructuran en torno a una estrategia acertada. Y en este tránsito, dos operaciones parecen fundamentales: la definición de la estrategia y la ejecución de la táctica. Ambas cosas han sido menospreciadas, pero pueden ser de importancia fundamental, puesto que permiten dar cuerpo a una reclamación social generalizada. 

Casi diríamos que lo que nosotros tenemos ahora en las manos son una serie de actuaciones que pretender dar cuerpo a otra revolución, a nuestra revolución. Habrá que ver si esa necesidad social está hay esperando para legitimarla, pero hay muchos signos que parecen indicar que así es.

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