lunes, 28 de abril de 2014

Rascarse la cabeza y encontrar un primate

En estos días, los curiosos caminos de la investigación académica nos han llevado a sumergirnos en la literatura sobre primates; si alguno de los lectores ha probado a acercarse alguna a ese mundo, sabrá que el tótem indiscutible es el holandés Frans de Waal, asentado en EE. UU. desde hace décadas y con una amplia trayectoria a sus espaldas. No tenemos aún - ¡pero esperamos alcanzarlo! - un buen conocimiento en estos temas, pero una primera inmersión podría ofrecer desde ahora algún resultado suficiente para una reflexión inicial. 

En Primates y filósofos1 se recoge un debate en el que la cuestión central es la raíz biológico-evolutiva de la ética humana. Desde el punto de vista evolutivo, de Waal analiza los comportamientos de los primates e interpreta los resultados con el objetivo de establecer los puntos sobre los que la moralidad tiene sus bases, atendiendo a las pruebas de actuación moral presentes en el comportamiento de los primates no humanos. Estas bases serían compartidas y evidenciarían una raíz prelingüística y prehumana compartida por varias especies naturales, entre las cuales los humanos seríamos una familia con las capacidades morales más desarrolladas, pero incrustada en la naturaleza. Cosa que parece una evidencia, pero que no siempre está en el el sentido común de nuestros días...

Y aquí surge la reflexión inicial a la que queríamos llegar, aun sin formalizar demasiado: en cuanto nos rascamos un poco encontramos un primate en el que están ya presentes nuestras mejores capacidad – y también las más dañinas. Por muy simple que sea, es una aportación – y no es la única – que, frente a las dinámicas de desmesura de nuestra civilización tecnocientífica, nos pone en nuestro sitio, que parece ser un lugar mucho menos glorioso del que a veces pensamos merecer.


1 De Waal, Frans. Primates y filósofos: la evolución de la moral del simio al hombre. Barcelona: Paidós, 2007.

No hay comentarios:

Publicar un comentario