miércoles, 23 de abril de 2014

Cuestiones para el debate sobre la iniciativa Podemos

Hace unos días se publicó en este mismo medio un artículo muy crítico con la iniciativa Podemos que concluía con la idea de que este movimiento no es más que un totum revolutum en torno a Pablo Iglesias y que su hipotético éxito no producirá nada útil para los frentes sociales que dan la batalla en la calle (15M, Mareas) ni para la puesta en marcha de un proceso constituyente.

El texto hace un análisis de los principales aspectos que tiene abierta la iniciativa, comenzando por la composición organizativa, que estaría formada por “un grupo de notables” encabezados por Pablo Iglesias, Izquierda Anticapitalista y los Círculos. De los primeros dice que han sido “el motor y el alma”; de IA y los Círculos, que han sido irrelevantes y quedarán subordinados a los primeros; los autores pasan muy por encima del papel de IA, pero insisten algo más en el de los Círculos, que, a su juicio, no pueden tener capacidad de actuación propia por su heterogeneidad y dispersión así como por su falta de organización, que hará imposible que se desarrollen como asambleas autónomas. Esto, a su vez, hace que la teoría del desborde sea caracterizada como ingenua, ya que, según los autores, el desborde posible es “el que se refiere al trabajo que supone ordenar una dinámica más bien caótica y dispersa, pero en absoluto al de un proceso de «radicalización» que tenderá inevitablemente a su organización democrática”. Después de este análisis, no es extraño que afirmen que Pablo Iglesias es el único líder posible. El repaso de los ejes discursivos centrales de Podemos, bajo la descripción general de “izquierdista y populista” aborda la posición de dependencia respecto a IU -que coloca a Podemos en el ámbito electoral, lejos del proceso destituyente y de los postulados del 15M–; el uso de la terminología patriótica, unida de forma poco creible a las luchas sociales y políticas; y la necesidad de referentes que, en último término, ocultaría las carencias democráticas de un proyecto personalista.

Y añade una reflexión final, interesante por su amplio calado: las carencias que el artículo señala en Podemos son las mismas de las que adolece el debate político general, que deben solucionarse, según los autores, en dos fases diferenciadas: la constitución de un movimiento amplio en lo social y lo político y la construcción de una herramienta electoral. Entendiendo la realidad de esta forma, Podemos es “un «atajo» que en determinadas condiciones puede resultar interesante, pero que como todo populismo presenta el problema de que en última instancia implica un «salto en el vacío»” que, además, se está dando sin un proyecto y al margen del cuestionamiento central del 15M, que era el de la representación como sistema político.

Creo que muchos militantes anticapitalistas podrían compartir buena parte de las críticas, pero también creo que en ningún caso se puede compartir la orientación del artículo, en primer lugar, porque critica sin ningún animo colaborativo, desde una posición externa y sin plantear alternativas, y en segundo lugar porque, aunque se puedan –y se deban– aceptar esas críticas, la construcción global del discurso está viciada porque ensambla criticas acertadas con otras que no lo son y las empaqueta en un texto que, en conjunto, es engañoso. Para ser más precisos, hay cuatro cuestiones que es importante matizar o directamente rebatir: la subordinación a Izquierda Unida, la relevancia de los Círculos dentro del esquema de Podemos, la vacuidad del discurso político y la incapacidad para dar respuesta a una situación que requiere no sólo una herramienta electoral sino un movimiento político y social amplio.

La interpretación de las posibilidades de Podemos y su relación con Izquierda Unida está simplemente mal tratada; la afirmación de que Podemos se fundirá en “el hermano mayor de la izquierda” carece de justificación, al igual que, por otra parte, la mención a los socialistas que acabaron defendiendo la integración en la OTAN, que no parece tener más sentido que añadir una punzada hiriente a un artículo, por lo demás, muy agresivo. No hay razón por la que Podemos deba integrarse en IU pese a los llamados a la unidad, estos llamados tienen sentido por sí mismos pero eso no debe generar una expectativa de fusión que no es ni posible ni deseable.

En lo relativo a la lectura que hacen los autores del balance de fuerzas en Podemos, hay que estar de acuerdo en que ahora mismo el protagonismo y la dirección del proyecto radican en buena parte en el grupo de Pablo Iglesias, pero esto es así de forma coyuntural, dado que ni siquiera han pasado dos meses. Esto no quiere decir que Pablo Iglesias vaya a pasar forzosamente a segundo plano en las próximas, algo difícil de pensar teniendo en cuenta su peso mediático y la importancia de este factor en un proceso electoral, pero sí que abre las posibilidades de otros candidatos que pueden hacer unas listas diversas, con varias tendencias y con incorporaciones provenientes del mundo del feminismo y de las luchas sociales. Con ello, Podemos puede alcanzar un buen equilibrio entre el protagonismo mediático del equipo de promotor – y este protagonismo puede parecernos una servidumbre, pero es una servidumbre con la que cualquier proceso político debe contar – y el activismo social y político más valioso. Pero es que además, al margen de las expectativas, la liquidación de las posibilidades de los Círculos que plantean los autores del artículo es inaceptable simplemente porque se trata de un proyecto en ciernes, con muchas incógnitas, pero también de un proyecto en el que asambleas de personas están trabajando sin jerarquías ni premisas previas, y ningunear la potencialidad de un proyecto así es, por así decirlo, poco respetuoso con los planteamientos democráticos. De hecho, la mejor prueba de que sí hay campo de acción para los Círculos es el testimonio de activistas que están trabajando en los Círculos y que confirman una radicalidad que efectivamente no se esperaba. Pero es que no se puede, y no se debe, limitar por adelantado lo que un grupo de gente con ganas de hacer política puede llegar a conseguir.

La tercera cuestión que queremos discutir es la crítica al discurso populista y su vertiente patriótica. Otra vez volvemos a estar de acuerdo con buena parte de la crítica, entre otras cosas porque, como dicen los autores, el vínculo entre patria y derechos está cogido por los pelos pero también porque parece diseñado para pasar por alto la cuestión de la autodeterminación que está viva y es un centro vital de la política en el estado español. Ningún proyecto realmente democrático puede obviar el derecho a decidir de las comunidades. Pero esta debilidad no debe hacernos perder de vista que la apertura del programa no es una debilidad, sino una característica necesaria de una organización nueva: el programa debe construirse en debates abiertos, y estos no deben tener más límites que los impuestos por la propia democracia: máxima participación, máximo debate, máxima capacidad de decisión libre y autónoma de las asambleas. Así se crea un espectro muy amplio de ideas programáticas que por supuesto, presentará fases de indefinición en las que algún portavoz puede manifestarse en líneas que las bases no han aprobado, pero serán las propias bases –en este caso, los Círculos– lo que se ocupen de corregir y recuperar el discurso.

Por último, el tema de la creación de un movimiento social y político amplio antes de la puesta en marcha de la herramienta electoral suena bien, pero no es la única alternativa; al contrario, se puede postular la creación de una herramienta electoral como un revulsivo que anime la movilización y le permita superar los límites del activismo que en los últimos años ha funcionado muy bien, pero no puede cargar con ese peso indefinidamente. La consigna, repetida hasta la saciedad, de que es necesario superar el bloqueo institucional marcha en paralelo y debe confluir en un movimiento amplio, pero, por el camino, puede funcionar como un acicate a la movilización de muchas personas que aún no se han movilizado. Recuperar el movimiento del 15M y su crítica del sistema representativo es muy importante si se plantea como horizonte de posibilidad, pero no como una necesidad inabarcable y al mismo tiempo imperiosa, porque eso no haría más que bloquearnos. Las soluciones tienen que ser graduales y factibles, sobre bases reales en las que las personas nos podamos integrar. En esos términos de construcción, debate abierto y reforzamiento de la horizontalidad y la inclusividad sólo encaja Podemos si se refuerzan los Círculos y se rebaja el protagonismo de unos pocos. Pero eso, a día de hoy, es perfectamente posible y sólo depende de un trabajo que se está llevando a cabo en estos mismos días.


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