lunes, 28 de octubre de 2013

Complicarse la vida

Llevamos en la redacción de estas Plazas un otoño ligeramente obsesivos - disculpenos - pero es la ética la que se viene a mezclar cabezonamente con todo lo que le viene al paso, y lo que no, y así funciona como ese crío tan simpático al principio - luego no tanto - que pisa cada charco que encuentra hasta quedar enfangado, turbio y tan campante. Dichoso crío. 

Y sobre esto, sobre la ética y la suciedad, aclaramos primero que entendemos por suciedad todo aquello que se mezcla y saca al imperativo categórico de su impecable pureza; por ejemplo, la sociología, la psicología, la biología, etc. También, según parece, la estética. En unas jornadas de una recientísima iniciativa (Alternativas desde abajo), al discutir sobre cuestiones de organización, alguien proponía que se tuviera en cuenta la actividad real y desde ahí se diseñara una estructura de coordinación, y no al revés. Algo así sería, a la vista de lo enfangada que se nos ha puesto la ética con tanto charco, lo que nos hace falta. Desde una racionalidad de andar por casa, claro está, pero que podría servirnos para poner tanto barro y tanta agua en su sitio, y con esto queremos decir: en un sitio, en una posición, en la que podamos usarla para construir, para crecer, para beber. 


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