lunes, 4 de noviembre de 2013

El planeta de los simios

En una conversación sobre las barbaridades que los seres humanos cometemos con los animales no humanos, Desobediencia ecológica expone una serie de experimentos que consisten, por ejemplo, en inducir una enfermedad a un animal para, posteriormente, matarlo y extraerle el cerebro, con el objetivo de comprobar si se han producido cambios neurológicos a raíz de la enfermedad.

En esa misma charla, surge una referencia cinematográfica: en El planeta de los simios, el horror cobra la forma de un mundo en el que la especie dominante se ha adueñado del mundo de tal forma que esclaviza a otra especie, los seres humanos. Y bien, frente a esto, la especie humana, la realmente dominante, no se limita a esclavizar a otras especies: esclaviza a los suyos, esclaviza también a los demás y se permite el lujo de inducir a otros seres vivos enfermedades letales, de matarlos en nombre de la ciencia (¿!) o de hipotéticos avances en la medicina (humana, claro), en una dinámica de desmesura que amenaza con su propia destrucción a fuerza de destruir estúpidamente la casa en la que vive. 

Tendremos que reconocer que la distopía cinematográfica, a los ojos de un ser viviente de este mundo, se convierte en un mundo objetivamente mejor que el que hemos construido.

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