Uno de los lugares
comunes del entorno político europeo es la afirmación de que el
espacio que dejan los partidos mayoritarios cuando son desplazados es
aprovechado por los extremistas, y que, por lo tanto, la labor de
estos partidos es fundamental para la contención política. Se trata
de un argumento especialmente repetido desde que empezó la crisis,
ya que, aunque el sistema de poder político no es mejor ahora de lo
que era hace cinco años, la presión social, económica y laboral
que está soportando la sociedad está ayudando a sacar a la luz
todas sus inmundicias al mismo tiempo que obliga a cambiar la actitud
de los que miraban hacia otro lado cuando todo iba bien. Y
si el argumento ha sido recuperado y utilizado hasta la saciedad
entre los defensores por ejemplo, de Sarkozy frente a la amenaza de
crecimiento del Frente Nacional, o, más recientemente, para apoyar
la posición de Monti ante la – enésima – irrupción de
Berlusconi en la política italiana, esto ha sucedido porque los
partidos que representan las posiciones más ortodoxas están
sufriendo la crisis extraordinariamente.
¿Deberíamos
aceptar que la posición de los mayoritarios es realmente valiosa en
la contención de los ultras? Creemos que la clave para responder a
esta pregunta puede extraerse de la mencionada irrupción de
Berlusconi con sus polémicas, populistas y fascistas declaraciones,
y más concretamente con una de sus frases: “La prima de riesgo es
una estafa”. ¿Por qué nos parece tan representativa esta frase?
Por una cuestión elemental: es radicalmente cierta. Cuando los
partidos mayoritarios lo ocultan, en su política de mantenimiento
del poder económico – o de abierta connivencia con el mismo –
dejan el campo abierto para que los populistas de ultraderecha
construyan un discurso de amplio impacto. Y al hacerlo, no sólo les
dan alas por la repercusión de semejantes declaraciones, sino porque
les permiten alcanzar un puesto en la primera línea de la política,
y desde ese puesto pueden generar un discurso paralelo. De esta
forma, la extrema derecha de Aurora Dorada ha podido señalar el
empobrecimiento y la miseria injusta que sufre el pueblo griego, y
desde ahí construir un discurso que criminaliza al inmigrante al
culparle de la situación. Esto sólo es posible porque los partidos
mayoritarios no han querido incorporar la realidad a su discurso,
asumiendo la situación y analizando las causas para determinar
responsabilidades.
Fernando
Quesada, en su libro Sendas de democracia, escribe
que la economía “ha llevado a cabo una exitosa implosión en el
interior mismo del capitalismo y se ha impuesto […] dentro de los
procesos políticos de actuación práctica”1.
Esta exitosa implosión ha sido posible gracias a la colaboración de
los partidos políticos mayoritarios, que han asumido el papel de
marionetas de la economía sin pestañear, y, por supuesto, el
discurso economicista. Y esta posición es la que deja campo abierto
al repunte de los fascismos, y a la posibilidad de que alcancen unas
cuotas de poder y respaldo con la que hasta hace unos años no
podrían haber soñado.
1Fernando
Quesada. Sendas de democracia. Madrid:
Trotta, 2008.
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