lunes, 21 de enero de 2013

Para cambiar: para llegar a amar

"Ama y haz lo que quieras",dijo Agustín de Hipona, y nos lo recuerda Jorge Riechmann en una breve entrada de su blog en la que además añade otra cita que bien vale un comentario: "actuar moralmente es actuar como si amásemos". 

Bien vale un comentario porque, al fin y al cabo, de estas dos citas nacen dos preguntas terribles: ¿Acaso no amamos? ¿o es que no sabemos amar? Porque no parece que en el estado de cosas en el que vivimos podamos aceptar, en ningún caso, que la moral tenga un imperio aceptable (o que tenga alguno, aceptable o no) y si esto es así entonces deberíamos aceptar que no amamos, o no sabemos amar. 

Para llegar a amar hace falta querer, y querer como se quieren las cosas que son ciertas: de cerca, en la rutina y en las costumbres más queridas, por ejemplo: en el despertar, todavía de noche, cuando alguien dice al oído de otra persona "despierta, son las siete, corre que no llegas, buenos días", y lo repite con paciencia, y siempre es dulce. 

Así, de cerca, tendríamos que aprender a amar, si es que aun somos capaces, a los que están cerca y a los que están lejos, a lo que es humano y a lo que no. En esta civilización destructiva, sangrienta, indiferente, la revolución verdadera tal vez sea la que nos devuelva el interés, la que cierre las fábricas donde niños hijos de la miseria cosen nuestras camisas, la que nos devuelva el respeto por todo lo que está vivo. El cambio radical: aparcar el coche, participar en una asociación del barrio, dejar que quiebre Zara.  

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