Explica Jon Elster1
que uno de los mecanismos del comportamiento social es la aversión
al riesgo que, según parece, padecemos todos (es de suponer que en
variable medida). Y explica Jorge Riechmann2
que uno de los recursos psicológicos que nos hacen impermeables a la
realidad es el llamado “efecto capilla”, por el cual varias
personas comparten una serie de puntos de vista convergentes creando
una dinámica de refuerzo mutuo de sus posicionamientos.
En la maraña de estudios sobre el comportamiento humano, estas son dos explicaciones frecuentes y bastante intuitivas entre otras muchísimas opciones que han manejado y manejan los llamados teóricos sociales, y que podrían hacernos entender porqué en un mundo como el nuestro, en una sociedad violentada y zarandeada, ayer, en las elecciones catalanas, los partidos de siempre obtuvieron 2.962.020 votos sobre un total de 3.572.319 escrutados.
Muchas son las razones del inmovilismo. Tal vez estamos olvidando algo fundamental que podría ser una vía de cambio, algo que no deberíamos olvidar, que está en otra parte. Leemos a Ernesto Cardenal3:
Me contaron que estabas enamorada de otro
y
entonces me fui a mi cuarto
y
escribí ese artículo contra el gobierno
por el
que ahora estoy preso.
No es que necesitemos que todas las relaciones del Estado se rompan y sacudan a las personas en el sufrimiento. Pero sí que va siendo necesario que el amor tenga algo que ver en todo esto, sí que vamos necesitando que nos saqueen el espíritu – lo que quede de él – y lo refrieguen como el alma de Claudio Rodríguez. Sí que estamos necesitados de buen amor y muchos lavanderos.
1La
explicación del comportamiento social : más tuercas y tornillos
para las ciencias sociales. Barcelona: Gedisa, 2010.
2Un
mundo vulnerable. Madrid: Los libros de la Catarata, 2000.
3Hidrógeno
enamorado. Madrid: Patrimonio Nacional, 2012.
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