martes, 9 de octubre de 2012

¿Aristóteles o Maquiavelo?

Hay una diferencia entre dos formas fundamentales de política, dos conceptos opuestos que determinan la orientación de la disciplina: la política de Aristóteles, conectada con la virtud y el "buen vivir", esto es, con la ética, y la política de Hobbes y Maquiavelo, los dos grandes nombres que expusieron, muchos siglos después, la necesidad de una política que se olvidara de la virtud ética y volviera sus ojos a la creación de un pensamiento del control social y la consecución de los objetivos de una nación. 

Estas dos líneas se han venido cruzando durante largos siglos, a lo largo de los cuales ha surgido también la ciencia política académica - con objetivos y concepciones en los que nuestra ignorancia no va a adentrarse - y se han producido mezclas diversas. Recientemente, Fukuyama anunció el fin de la historia, y no cabe mucha duda en torno al alcance de este final sobre la política, pero no porque implique su muerte, si no todo lo contrario: para Fukuyama llega por el triunfo de una tradición cultural que arrasa a las demás. Es un campo de batalla en el que queda un único vencedor: una virtud única, una moral única.

Lo que está pasando en estos tiempos en Europa puede, sin embargo, llevarle la contraria a la simpleza (léase teoría) de Fukuyama, en dos planos complementarios: sobre el plano estratégico, la crisis brutal que estamos viviendo parece demostrar que la llamada democracia liberal de Occidente está muriendo de éxito; en el plano teórico, la multitud de reclamaciones y propuestas viene a poner en evidencia lo absurdo de cualquier teoría que se proponga defender a prevalencia absoluta de una forma cultural. 

Parece entonces que volvemos a tener - una vez más, en las plazas - una reivindicción de la política aristotélica, la del ingenuo griego de la virtud y la buena vida*. En frente sigue, veintitantos siglos después, el insolente Trasímaco, la legitimidad del fuerte frente al débil. El debate es, entonces, mucho más viejo de lo que creíamos. Aunque en esta sociedad diversa y dispersa, es difícil saber de que lado estamos, y aún más difícil, de qué lado queremos estar.
*Con esto no pretendemos referirnos a las éticas de la virtud tal y como se conocen en la literatura filosófica, mucho más sencillamente, nos conformamos con identificar de forma genérica la política de contenidos humanos.

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