lunes, 30 de julio de 2012

Igualdad de palabra

Existen quienes piensan que cada persona podría tener una palabra, una palabra que pudiera valer, ni más ni menos, lo que vale la palabra de quien tenga al lado, de cualquier otro. Los especialistas en democracia clásica llaman a este fenómeno Isegoría, un término que se utilizaba en la Grecia antigua para definir el igual derecho de todos los ciudadanos a participar en las asambleas que controlaban el poder político. El poder político es el poder de la polis, de la ciudad-estado que era la forma de organización básica de los griegos; es el poder conjunto de todos lo ciudadanos. 

¡Ah, existen todavía quienes creen en la posibilidad de una igualdad de palabra! 

¿Y para qué querríamos hablar?

Parece ser que existieron, en otros tiempos, espacios en los que la gente se reunía para hablar. Extraño fenómeno. Los llamaban, a estos espacios, plazas, ágoras, atrios, y, según se dice, alrededor de estos espacios para hablar se configuraba el carácter de las ciudades, en el diálogo del público que allí acudía. Plazas habitadas y abiertas que albergaban públicos y producían dinámicas de palabra compartida y múltiple. 

¿Y para qué querríamos hablar? 

Marx distingue, vienticuatro siglos después del éxito y caída de la democracia ateniense, entre la emancipación política y la emancipación civil: para él, la emancipación política se enmarca en la estructura jurídica del estado (ideología, diría el propio Marx unos años más tarde), mientras que la emancipación civil es la que afecta a las creencias compartidas de la sociedad, de la gente. Los sociólogos tendrán algo que decir, sin duda, sobre las creencias compartidas de la gente y su relación con las palabras, las plazas y los públicos. Pero en esta redacción nos gusta pensar que las palabras que la gente dice en la plaza producen lugares comunes en los que nos encontramos, o podríamos encontrarnos. 

Por estos lugares comunes, compartidos, públicos, tal vez, querríamos hablar.

1 comentario:

  1. Mientras no lo consideren "violento", podremos seguir hablando en las plazas; mientras no nos censuren, podremos seguir hablando en Internet. El problema es que dentro de poco todo puede ser una utopía o un sueño del que nos despertamos en pesadilla, porque está claro que la tendencia es "enmudecernos" y a eso quieren llegar nuestros políticos.

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