Algo que explica meridianamente claro Emmanuel Rodríguez en su Hipótesis democracia es que la democracia como sistema de gobierno entre iguales no tiene ninguna posibilidad de tener una realización efectiva sin un aparato de derechos efectivos con proyección material inmediata. Cualquier sistema teóricamente democrático que se establece como un mecanismo formal se convierte en una farsa. En nuestro país las protestas por el derecho a la vivienda reprodujeron explícitamente este asunto cuando, frente a la reivindicación del accceso a una vivienda digna, muchos argumentaron que se trataba de un derecho expresado en términos genéricos que no tenía una aplicación directa. Por si había alguna duda, tuvo que venir una comisión de la ONU para ratificar que, "A pesar de que en las disposiciones de la Constitución se reconoce que
la vivienda es un derecho básico, en la práctica es considerada un
simple bien de consumo, que se compra y se vende". No es que sea un derecho recogido en cualquier parte, es que se incluye en el título I, De los derechos y deberes, del que emanan los derechos fundamentales en el estado. Pero su pretendida articulación a través del estado desvirtúa los derechos como azucarillos.
El techo de la democracia formal se enfrenta rápidamente con los límites del capitalismo. Y la crisis no ha hecho más que evidenciar esto. Por eso propuestas como la de Ciudadanos, de democracia como hipótesis formal, no son más que un ejemplo de lo que Marx consideraba ideología: hipocresía que enmascara los intereses efectivos. Pero deberíamos estar atentos porque esta crítica no afecta sólo a esas versiones modernizadas de los partidos conservadores: también está en el germen - aun latente - de ese 15M que no se quería de izquierdas ni de derechas y con el que muchas veces nos identificamos.
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