martes, 27 de enero de 2015

¿Tan conservadores?

Investigadores en sociología apuntan una tendencia conservadora en los seres humanos a partir de rasgos como la valoración que damos a los objetos que poseemos frente a otros que aún no tenemos, el conocido endowment effect. El experimento consiste básicamente en plantear a un sujeto la elección entre dos objetos que, previamente,el mismo sujeto a considerado igualmente valiosas, y los resultados son claramente indicativos de que preferimos mantener lo que ya tenemos que cambiarlo por lo que se nos ofrece. Los economistas han hablado de la existencia de unos costes transaccionales que podrían explicarlo en ciertos contextos (no cambiaría uno su piso por el del vecino, aunque sólo sea por no arrastrar las cajas de libros...) pero no en todos los contextos. 

Y desde hace unos años, unos investigadores se han dedicado a especular sobre la posibilidad de que esos contextos estén inscritos en nuestra especie desde antes de su definición como tal; para ello, están haciendo experimentos con otros simios y, sorpresa, los monos capuchinos parecen tener el mismo sesgo conservador que nosotros, al menos en los que se refeire al endowment effect. Especulan, claro está, con la cuestión de que se trate de un comportamiento condicionado por nuestra evolución compartida con los demás simios; aunque en relación con esto hay que decir que se puede especular igualmente con la posibilidad de la coevolución - pero es una historia que probablemente no cambia mucho - lo que realmente llama la atención es que la herencia genética de estos comportamientos estaría radicada, por así decirlo, en las capas más primiticas de nuestro sistema neurológico. 

Los neurólogos y neurocientíficos - António Damásio es quizá el más conocido - establecen distintas secciones en el cerebro, y las investigaciones muestran que las secciones evolutivamente más recientes son las que desarrollan las labores más complejas, aquellas que identificamos con la razón y que funcionan como instancias secundarias que recogen los impulsos transmitidos por las regiones más primitivas - especialmente el tronco cerebral y el hipotálamo - para, en cierto modo "negociar" con ellos. Esto no bloquea la acción de las áreas primitivas pero si incorpora una flexibilidad que nos permite innovar y producir comportamientos diversos y así abre el camino a lo que conocemos como cultura, que, por lo tanto, no se opone a la naturaleza, sino que se asienta sobre ella, o incluso: es un desarrollo de la misma.

Pero es que si esas tendencias conservadoras siguen ahí desde hace tanto tiempo, entonces mucho tiene que trabajar nuestra mente para compensarlas y muy difícil lo tiene, o al menos eso parece. Con la de cambios que nos hacen falta a corto plazo, empezando por aquellos que deberíamos haber hecho hace años para no llegar a agotar los límites del planeta en cuestión de decenios. Y sin embargo, la historia humana está plagada de comportamientos nada conservadores ¿Por qué no habremos sido más conservadores pero de otra forma? Un poquito de conservadurismo sano nos hubiera venido muy bien para moderar el impulso eufórico que hoy día siguen mostrando muchos en torno a la energía nuclear; igual que nos hubiera sido muy útil antes de azuzar las industrias armamentísticas o, simplemente, construir hasta el último centímetro de costa. La clave de porqué somos tan conservadores y tan poco precavidos al mismo tiempo no parece estar en la historia evolutiva. Nos vamos a arriesgar a una afirmación que carece por completo de base científica, pero todo parece indicar que está algo que no compartimos con ningún otro simio, algo exclusivamente humano.

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