martes, 8 de julio de 2014

Identidad y alianza

Hace un par de semanas publicábamos en la web de Viento Sur un artículo sobr la necesidad de que Podemos inicie un proceso identitario que le permita superar el discurso inicial, construido en torno a conceptos demasiado amplios, como son los de "pueblo" o "ciudadanía" y en oposición a "la casta". Aquel artículo acababa con una reflexión sobre el difícil equilibrio entre lo identitario, lo que nos define, y la inclusividad, que se ve afectada por el hecho de que al definir siempre estamos estableciendo límites que pueden convertirse en barreras.Y esto, desde la convicción de que este puede ser el progreso más importante del movimiento a corto plazo. 

Y resulta que de un tiempo hasta ahora vienen sucediéndose propuestas de confluencia desde abajo que recogen el trabajo de colectivos - asociaciones, colectivos autónomos - que llevan mucho tiempo implicados en sus respectivos entornos, y que, hasta hace poco, se limitaban a ese trabajo de cercanía y al margen de lo oficial porque partían de la convicción de que las instituciones eran la guarida de la bestia, un lugar al que no convenía acercarse porque estaba fuertemente defendido y el mejor de los casos era, irónicamente, el peor: entrar en las instituciones sería, ni más ni menos, entrar en la cueva de los ladrones, compartir mesa con ellos. Por eso es aún más importante este cambio de opción, que alcanza aún más representatividad si tenemos en cuenta que no se trata de que estén aceptando entrar en la batalla institucional, sino que de hecho son ellos los que están planteando procesos en los que los actores políticos no son más que una parte de los invitados.

Podemos, mientras tanto, no tiene porque detener su actividad de construcción identitaria hacia un polo de ruptura democrática, pero en este proceso la confluencia viene a ser una pasarela abierta al debate y a la construcción colectiva, algo que, en principio, está marcado - es una de las escasas cuestiones que están claras - en la propia configuración del movimiento. Esa construcción colectiva puede convertirse en el espacio de socialización de la política en el sentido más amplio de esta expresión: aprendizaje compartido, definición ideológica, experiencia común. Pero además supondría una ruptura inédita, puesto que implicaría que la construcción política y social se realiza en espacios que no son exclusivos de la organización, ni siquiera son su iniciativa. Se trataría, en resumen, no de abrir puertas y ventanas, sino de echarlas abajo para que las idas y vueltas de la discusión y el aprendizaje sean la forma ordinaria de funcionar, para que lleguen a constituirse como la configuración general de Podemos.

Así se abriría la vía para avanzar en la alternativa real, a corto plazo, con el objetivo de aglutinar personas, movimientos y colectividades que están trabajando en pequeños y grandes proyectos por todo el estado. Y se podría, como quiere Brais Fernández, "generar confianza en un mundo lleno de suspicacias, donde todo está fallando y nada es excesivamente creíble", para acabar con la desiderata de César Rendueles: "ser muchos para sufrir poco". O incluso, mirando un poco más lejos: ser muchos para vivir mejor.

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