sábado, 12 de octubre de 2013

La ética y todo lo demás

Cuenta Salvador Giner en un libro reciente, El origen de la moral,  que la ética es un fenómeno sociológico. Cuenta, por supuesto, muchas otras cosas, pero esta parece ser una de las tesis centrales. No es de extrañar, dado que Giner es sociólogo, pero es que también afirma que la moral es radicalmente histórica. Si se lee rápido, todo esto puede darse por bueno sin más, o, por el contrario, considerarse una aberración, si es que partimos de una defensa de la absoluta pureza de la ética. El asunto, nos parece, merece una segunda mirada a la vista de la diversidad de contenidos de los distintos códigos éticos que han funcionado y de los que siguen funcionando, y de la incapacidad de diálogo que muestran la mayor parte de los modelos teóricos.

Los diversos orígenes, los diversos campos de actuación en los que se genera la ética, parecen dar la razón a Giner en su afirmación de que la ética es sociológica e histórica, y aun se podría añadir psicológica, neurológica, antropológica. Quintín Racionero hablaba de una "pragmática sucia", esto es, implicada en lo real, para desbordar el conocimiento pretendidamente puro y superar las incapacidades de la razón ilustrada; Tugendhat pone la antropología en el centro de la investigación ética y Riechmann construye una ética de "largo alcance"  desde el análisis de necesidades, capacidades y efectos de la acción humana. Estas posturas apuntan formas muy productivas de enfrentarse a problemáticas reales, precisamente la tarea en la que fracasaban modelos teóricos de amplia aceptación como el kantiano en sus diversas formulaciones - ¿quién se atrevería a hacer de su comportamiento una norma universal? - y, más aún: su implicación en las prácticas reales permite localizar puntos de consenso sobre los que construir diálogo entre tradiciones y culturas divergentes.

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