lunes, 5 de agosto de 2013

Capitalismo suicida

Los que apenas sabemos nada de economía nos sorprendemos ante una idea que se ha dicho y se ha repetido hasta la saciedad, especialmente durante los últimos años, en los que la austeridad se ha adueñado de nuestras sociedades: que el sistema de mercado no puede funcionar sin crédito, porque se ahoga. Claro, parece lógico: se necesita crédito para producir y crédito para consumir, pero ¿a cuénta de qué? El capitalismo usa a las clases trabajadoras para producir y también para consumir los productos, pero este mismo sistema necesita, por sus propas dinámicas, que los trabajadores ganen poco - para que la producción sea lo menos costosa posible - y gasten mucho - para que la venta sea constante. ¿Cómo solucionar la contradicción? Con crédito, a devolver en largos plazos. 

Esta cadena, no hay que ser economista para sospecharlo, sólo lleva a la dependencia económica y el empobrecimiento masivo, con el consiguiente bloqueo de la sociedad, que se produce invitablemente al menor problema financiero, puesto que se tensa la cadena sobre unos préstamos que se han prestado sin garantía. 

Más allá de esto, en un extremo de similares características, se produce una nueva negación. Del mismo modo que se obvia la limitación del consumo mediante crédito, se obvia la limitación de la producción por cuestiones ecológicas. Este aspecto, en grandes palabras, es de tipo ontológico, y en palabras de cada día, es tan simple como lo siguiente: no podemos seguir consumiendo hasta el infinito porque el mundo es finito. El sistema, sin embargo, es capaz de imponer una razón que pasa por alto estos límites, por muy evidentes que sean, e impone su negación en todos los ámbitos sociales.

Pero la finitud del planeta, puesta a prueba, sólo puede llevarnos al agotamiento de la vida, pese a la negación. Mientras esperamos, deformamos realidades evidentes, seguimos extrayendo petróleo como si aún fuera rentable - aunque el 80% de la energía que se obtiene se gasta en la extracción y elaboracion -, seguimos aprovechando o provocando conflictos en terceros países para explotar materias primas, sguimos comprando chalets en las saturadas playas del sur de Europa. 

Los que no sabemos nada de economía, o algunos de los que no sabemos, empezamos a pensar que no habrá sistema económico razonable hasta que no renunciemos a la fantasía del crecimiento perpetuo, hasta que no asumamos que el entorno que explotamos es el nuestro y no habrá otro. Es capitalismo es, y no puede dejar de ser, suicida. De lo que se trata, en último caso, es de suicidarnos con él o de administrarle la eutanasia a tiempo.


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