miércoles, 17 de julio de 2013

Dos crisis del revés

A quienes tienen voz para hacerse escuchar entre la marabunta de información que se produce a diario les gusta hacernos pensar dos cosas: que la crisis económica es trágica y sólo tiene una salida - la que ellos dicen, bien entendido - y que la  crisis ecológica no es para tanto, y se puede revertir con diversos avances tecnológicos y en plazos tan flexibles como sea necesario. Por supuesto, lo que se deduce de esta postura es que las políticas de ajuste son prioritarias e innegociables, y pueden producir el relevo de las soluciones a la crisis ecológica. 

Sin embargo, a aquellos a quienes les gusta pensar algo más despacio - gente que, por lo general, no tiene ni mucho menos tanta voz como los primeros - se les ocurre que hay diversas formas de afrontar la crisis económica, fundamentalmente porque se trata de un fenómeno de organización de la sociedad humana y una de las características de las sociedades humanas es la capacidad de modelar, al menos parcialmente, sus formas de vida, incluyendo sus necesidades y la forma de satisfacerlas. Y, por el contrario, suelen señalar que la crisis ecológica está condicionada por un hecho indiscutible: que la naturaleza tiene límites físicos irrebasables; perdonen la perogrullada, pero en muchos ámbitos esta parece una realidad ajena o negada: cuando se acabe el petróleo, simple y llanamente, no habrá más, y la naturaleza tardará millones de años en producir nuevamente esta sustancia. 

Límites de este tipo parecen llevarnos inevitablemente a asumir que, en cuanto a la crisis ecológica, las salidas sí son pocas y difícilmente negociables: todas pasan por dejar de consumir como lo hacemos ahora mismo. 

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