Hay por ahí investigaciones
psicológicas y psico-sociales que apuntan a una tendencia
conservadora de las pautas de racionalidad humana. En esta redacción,
por razones que ahora no vienen al caso, hemos estado dándole alguna
vuelta al tema , y hemos llegado a dos aproximaciones - no lo
llamamos conclusiones porque estamos lejos de concluir nada - que son
las siguientes.
Por una parte, el uso de nuestras
capacidades cognitivas parece terriblemente limitado, por otra,
tenemos una tendencia conservadora (en el plano cognitivo, sí, pero
no sólo).
Hablamos de la limitación del uso para
referirnos no sólo a lo limitado de las capacidades cognitivas, sino
a la carencia de un esfuerzo sistemático por ponerlas en juego.
Tanto el estudio de los sesgos psicológicos como de los prejuicios
muestran como, en repetidas ocasiones, los errores de apreciación y
juicio se cometen en contextos en los que se podía haber evitado (en
esta línea, nos parece especialmente representativo un ejemplo de
Kahneman1
en que cuenta como un colega de universidad, especialista en
estadística, comete el mismo error de apreciación de datos
estadísticos que cometen la mayor parte de los sujetos no expertos
de los experimentos), lo que sugiere un desinterés antropológico –
si se nos permite llamarlo así – por el adecuado razonamiento, en
favor de la aplicación rápida de juicios que apelan a criterios
estereotipados.
La tendencia conservadora se observa en
la tendencia a resistir el cambio de criterios y creencias y a juzgar
los nuevos datos y experiencias de acuerdo a aquellos conocimientos
que hemos obtenido en experiencias anteriores; así, muchos de los
sesgosque desvirtúan nuestro razonamiento, consisten en aplicar una
preferencia por mantener intactas las estructuras de creencias. Este
aspecto, que ha sido analizado por diversos autores, podría
llevarnos a especular con la existencia de condicionantes evolutivos
que conviertan a la raza humana en una especie conservadora, pero, a
falta de más investigación al respecto, es más factible apuntar a
factores sociales, psicológicos y políticos.
¿Será entonces que somos, ay, torpes,
perezosos y conservadores? Y más aún ¿alguién cree que se puede
ser torpe, perezoso, y conservador, en el plano cognitivo, y
comportarse decentemente, en el plano de la acción ética o
política?
1Kahneman.
Pensar rápido, pensar despacio. Madrid: Debate, 2012
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