viernes, 1 de agosto de 2014

Política, estratega de la ética

A vueltas con una idea que nos persigue: hay que ocuparse, no preocuparse. Es un dicho familiar que alude a la necesidad de encarar la realidad dirigéndose a las tareas, de modo que la ansiedad no nos bloquee. Engancha, además, con una convicción pacificadora, la de que si hacemos cuanto está en nuestra mano podemos sentirnos tranquilos, incluso aunque no sea suficiente, porque lo suficiente para que la ética - la buena ética, sea cual sea - prevalezca, está más allá de las capacidades de un individuo. 

Pero todo esto no se cierra aquí, tan sencillamente. Algo que está en nuestra mano, y por lo tanto que cae bajo nuestra responsabilidad, es participar en lo colectivo. Nos lo veníamos oliendo: hay que llegar a la política, pero por un camino nuevo, o tal vez viejísimo y casi en desuso. A la política entrando por la ética. "Entre usted en el espacio de la ética y, sin salirse nunca, coja la calle de la estrategia, todo recto. No tiene pérdida". 

Tal vez se pueda decir así: la política, estratega al servicio de la ética. Como los campesinos que veían pasar al Cid: "Dios, qué buen vasallo, si oviesse buen señore!"

Si la política tuviera buen señor, si la ética se enseñorease de la política, estaríamos tal vez en condiciones de abrir el ámbito de lo posible, siguiendo aquel lema que le gusta citar a Jorge Riechmann: "no tienes ninguna oportunidad, pero aprovéchala". O incluso: no tienes ninguna oportunidad, así que invéntatela.

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