sábado, 24 de mayo de 2014

La doble personalidad de nuestra urgencia

Hace tres años que comenzó el 15M; nos lo han recordado - no mucho, hay que reconocerlo - algunos artículos, actos y demás, por diversos sitios, desde los colectivos que asumieron la participación y que hoy podríamos llamar los herederos de aquel fenómeno (movimientos ciudadanos y callejeros, centros autogestionados, plataformas), desde algunos periódicos y desde algunos partidos políticos. En lo que casi todos coinciden es en que aquello inició el debate sobre el sistema como tal, que era residual desde hacía décadas, y lo hizo con una perspectiva práctica, de acción directa y autoorganizada. Esto no quiere decir que fuera operativa, que no lo fue, pero sí quiere decir que quería serlo, tenía la voluntad de serlo. En esas, en la construcción de alternativas operativas, está la cosa en estos días. 

Lo que el 15M ha conseguido lo explica muy bien Guillermo Zapata en un artículo de hace unos días en el que recopila un buen puñado de iniciativas operativas, presentes en la vida cotidiana, en el que también explica una cosa que ahora nos interesa, justamente ahora en vísperas de elecciones, esta cosa tan interesante es el famoso bloqueo institucional: básicamente, esto quiere decir que con toda la que hay montada, con la crisis, la actividad ciudadana y todo lo que crece alrededor, los que controlan el sistema siguen a los mandos y los utilizan para rechazar cualquier cambio que venga de la ciudadanía, por mucho que se mueva. Así que por muchas manifestaciones a las que vayamos, por mucha actividad social que despleguemos, por mucha PAH, mucho centro autogestionado, mucha marea de todos los colores, los que vienen asumiendo el poder desde hace décadas siguen al volante como si nada estuviera pasando. 

¿Qué hacer? Ante esta pregunta, que está latente de un modo u otro en cualquier iniciativa que ataca el inmovilismo del sistema, se suele recurrir a otra explicación teórica de la que, posiblemente, ya estamos aburridísimos (que nos perdonen los politólogos...): la crisis económica se ha hecho política, la política se ha convertido en crisis institucional, la institucional ha derivado en una crisis de legitimidad. En resumen: que su sistema no funciona, nos hemos dado cuenta y esta combinación está haciendo que al aparato se le vean las costuras. Y, por lo que vemos, esas costuras están a punto de reventar. A esto lo llaman ventana de oportunidad.

Sigue habiendo un problema: por mucho que veamos unas costuras viejas que ya casi no aguantan el peso, por mucho que esas costuras dejen ver la putrefacta estructura del régimen, no se van a acabar de romper solas. Y mientras no se rompan, el bicho que lleva el traje seguirá bloqueando todo lo demás. Así que necesitamos entrar, llegar al lugar dondes están las herramientas de control y agarrar unas tijeras, para rematar la descomposición del monstruo y empezar a coser otro traje: uno en el que se pueda vivir con decencia, con dignidad y en compañía de todos - lo que debe incluir no sólo a las personas, también al resto de seres vivos con los que compartimos la tierra. 

Y allá van las iniciativas electorales, que son la vía por la que entrar, y así empiezan las discusiones y los cuestionamientos. En esas está una iniciativa como Podemos, alrededor de Paglo Iglesias y de su entorno, también alrededor de Izquierda Anticapitalista. En otras partes hemos escrito sobre esto, pero la cuestión básica sobre la que discutíamos y sobre la que nos parece que hay que seguir discutiendo es una cuestión de equilibrios: como dice Guillermo Zapata, cuanto menos se parezcan estas iniciativas (él habla del Partido X, además de Podemos) a los partidos tradicionales, mejor. Pero habría que tener en cuenta que cuanto menos se parezcan, más difícil lo van a tener. El equilibrio está entre aquellos instrumentos políticos que canalizan no sólo la actividad sino también la actividad popular y aquellos que la interpretan para manejarse con criterios propios en favor - teóricamente - de esa voluntad. La diferencia no es poca, porque la democracia se vehicula a través de los primeros pero muy dificilmente va a encontrar hueco en los segundos, pero el reverso de esta cuestión es que estos últimos serán con toda probabilidad mucho más operativos que los primeros. Y claro, tenemos prisa. Si queremos entrar, queremos entrar ya. No sólo eso: necesitamos entrar ya, porque llevamos demasiado tiempo perdiendo y lo cierto es que ser siempre marginales y perdedores sólo es bonito en las películas alternativas. En la vida real (esto también lo dice Zapata) perder es una mierda. Pero ganar, si cuesta tanto como diluirse en otro elemento de la política convencional, cuesta demasiado.

La buena noticia es que hay mucha gente dispuesta a que no sea así. Mucha gente acudiendo a iniciativas con la intención de conseguir algo en estas elecciones para luego seguir construyendo lo que de verdad vale la pena, un movimiento horizontal, inclusivo, que canaliza la actividad de la gente, pero no la interpreta a su favor, sino que se limita a poner los instrumentos para que esa voluntad sea operativa. Es decir: que nos pone armas - políticas - en las manos para que todos actuemos, no que se limita a interpretar para luego actuar como - una vez más - un liderazgo. Por esto creemos que es necesario que Podemos tenga un buen resultado el domingo y que el lunes siga acudiendo gente a los círculos. Por eso pensamos que hay que ir a votar y seguir currando.

Pero en esta alternativa se esconden otra más grande, de mayor calado; la que existe entre la necesidad de construir algo que nos saque del atolladero ahora, porque lo necesitamos ahora, y plantearse en cambio imprescindible que tiene que sufrir nuestra sociedad para ser un espacio decente en el que vivir. El neoliberalismo, con todas las herramientas del poder ha tardado cuarenta años en formar la sociedad que ellos querían. Se trata de ver cómo podemos hacerlo nosotros y de no volvernos locos para hacer, con menos herramientas y en tiempo record lo que ellos, con todo el poder, tardaron décadas en construir.

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